Posted By Alejandro Vaca Berdayes on jun 25, 2014 Un relato literario breve de Alejandro Vaca.
Aquel
canal tenebroso y lúgubre descendía de forma vertiginosa. Apenas me
podía agarrar a alguno de los salientes para evitar deslizarme sin
control. Caía sin cesar en el oscuro abismo, en la negritud.
Sin
llegar a saber cómo, conseguí alcanzar un rellano. Era increíble haber
podido parar. Y, ante mí, se me abrieron tres caminos inquietantes.
A
mi derecha, una tierna escena con dos personas abrazadas. Lástima que
fueran dos esqueletos muy deteriorados. Aquella alternativa era de todo
punto inviable. Por el centro, un breve espacio sin salida desaconsejaba
esta posibilidad. Continué por mi izquierda.
Un camino, ahora
ascendente, una subida muy vertical con peldaños inacabables, agrestes,
resbaladizos, embarrados. Una senda empinada, sinuosa, extenuante.
Mi
recorrido se estaba convirtiendo en un esfuerzo agobiante y
desesperanzador. Las fuerzas parecían abandonarme. Mi cuerpo, exhausto,
caminaba de forma mecánica, empujado por un instinto vital.
Al
llegar a un recodo tuve que parar para recobrar el resuello. Me apoyé en
la pared húmeda para no caer desfallecido. Sin darme tiempo a
reaccionar, la pared fue cediendo y me encontré, en un parpadeo,
despedido hacia el exterior.
La caída fue vertiginosa y
angustiosa. La velocidad de mi cuerpo, impelido por la inercia
acumulada, me hizo ir rebotando de piedra en piedra, de escondrijo en
escondrijo, ensangrentado, hasta estampar con brusquedad mi maltrecho
cuerpo contra el suelo.
Allí, afuera, en el exterior, medio
absorto por los golpes acumulados, pude entreabrir los ojos y atisbar
donde se había iniciado mi caída. Vi la cima de una montaña, un oquedal,
una cueva ojival, y la silueta de un elefante dibujada en lo alto. Mi
intuición adivinaba un cierto desdén en su mirada.
Empecé a recobrar el aliento, el pulso, la situación.
Sabía
que aquello era una fantasía, una quimera, un espejismo… si bien…
aquella peripecia tenía las claves, los ingredientes, de mi vida…
…
había llegado a la cúspide en mi empresa, durante largo tiempo viví una
magnífica situación. Un buen día, como fruto de la causa-lidad, todo
aquello se desbarató. Mi organización había decidido prescindir de mis
servicios. Me encontraba en la calle.
Inicié mi caída real a
imagen y semejanza de mi inventiva. O ¿mi inventiva era a imagen y
semejanza de mi caída real? Quizás esto último.
Las formas fueron las mismas: abruptas, precipitadas, trepidantes, incontenibles. Apenas sin opciones que elegir.
Me encontraba, de nuevo, como al principio. Sin trabajo y con un entorno inhóspito. Era llegado el momento de volver a empezar.
Ahora disponía de más recursos, más experiencia. Más madurez.
Levanté la mirada y la montaña había desaparecido.
El elefante se alejaba volando. La oscuridad cedió el paso a la luz.
Al menos, algo había aprendido.
Humildad. Saber que apenas somos una mota de polvo en el Universo.
Amor propio. Somos lo más importante para nosotros mismos.
Felicidad. Disfrutar de todo lo que la vida nos trae.
Aceptación: Admitir e incorporar cualquier vicisitud del camino.
Carpe diem.
Más de Alejandro :
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